Lejos de ayudar, en muchas ocasiones dar limosna puede contribuir a mantener la situación de precariedad de la persona que pide dinero. Es lo que ocurre a menudo con los niños que vemos pidiendo en muchos países pobres.
Esto es así porque se refuerza ese comportamiento, muchas veces impuesto y forzado, como ocurre en el caso de los niños utilizados por mafias que buscan lucrarse a costa de ellos.
También puede darse el caso de niños que son obligados por sus padres a pedir limosna, no ya como una contribución a la economía familiar, sino como una delegación de la responsabilidad de un adulto. Esto último suele ocurrir en familias pobres y desestructuradas donde, por ejemplo, el cabeza de familia tiene problemas de alcoholemia. Es decir, mientras el padre está a la bartola en casa o en el bar, su hijo o hija tiene que pedir por las calles.
Por otro lado, también puede suceder que el niño decida pedir limosna motu proprio, incluso en contra de la voluntad de sus padres. ¿La razón? Dinero relativamente fácil y rápido, ya sea para contribuir a la economía de la familia o para otros propósitos que pueda tener la criatura.
La problemática de dar limosna a los niños
Uno de los grandes problemas, tanto en las situaciones forzosas como en las voluntarias, es el abandono escolar, una de las pocas llaves de paso que tienen estos niños para alcanzar un futuro mejor en muchos países pobres.
Los niños que piden limosna en la calle también se enfrentan a otros problemas, aún más graves para su seguridad, como pueden ser el tráfico de menores o el abuso sexual. Pensemos que una niña o niño de corta edad solo por las calles de una gran ciudad es un objetivo fácil para aquellos que no tienen buenas intenciones.
Aún más. En las ciudades o lugares turísticos los niños acudirán intencionadamente a pedir limosna a los turistas, ya que asumen que éstos tienen más dinero y, generalmente, son más propensos a darles dinero por compasión o solidaridad.
Sin embargo, el mundo de los viajes, como todo en esta vida, tiene un lado macabro, el del turismo sexual. En esa aberrante forma de viajar los niños no sólo no están a salvo, sino que, pidiendo limosna se lo ponen aún más fácil a esos turistas deleznables que viajan con objetivos tan deplorables.
Por lo tanto, si en tu próximo viaje estás a punto de dar limosna a los niños que te la pidan, trata de recordar que puedes causar más mal que bien.
No te dejes llevar por esos sentimientos, totalmente normales y comprensibles, que te impiden decir no.
De hecho, no tienes por qué negarle la ayuda, pero puedes emplear otras estrategias más convenientes o al menos potencialmente menos dañinas que dar limosna.
En el artículo Niños pidiendo limosna ¿Qué hacer y cómo actuar? puedes leer algunas alternativas a dar dinero sin dejar de mostrarles, de alguna forma, que te importa y te preocupa que te pidan ayuda.