Desafortunadamente son muchos los países en los que el viajero puede toparse con una de las situaciones más descorazonadoras que pueda imaginarse: niños pidiendo limosna.
Aunque hayas leído que es posible que te ocurra durante tu viaje, en el momento de la verdad es normal quedarse un poco desencajado y sin saber bien que hacer, sobre todo si no te has preparado para ello.
¿Le doy algo? ¿Lo ignoro? ¿Le pregunto dónde están sus padres? ¿Le digo que lo siento pero que no tengo nada para darle?
Como para casi cualquier otro aspecto de un viaje, la respuesta más acertada está en informarse y prepararse previamente, y evitar así actuar de forma impulsiva.
A mí personalmente me resulta imposible girarme e ignorar a la gente cuando me piden ayuda de algún tipo, especialmente si se trata de niños, aún más en situación de desamparo y/o pobreza.
Por ello, dándole vueltas en busca de una solución más acertada, y también a base de experiencia, he conseguido encontrar una forma de abordar la situación en la que un niño me pide limosna. Espero que a ti también te sirva.
Qué hacer y cómo actuar si nos encontramos con niños pidiendo limosna mientras viajamos
En un artículo previo te contaba por qué no dar limosna a los niños. Pero, ¿qué podemos hacer más allá de negarles nuestro dinero?
Para empezar, he de decir que me resulta muy cruel ver cómo algunos turistas ignoran e incluso echan de malas maneras a los niños que se les acercan pidiendo limosna.
Es cierto que en algunos lugares puede resultar abrumador, pero no olvidemos que son personas y, sobre todo, niños; recordemos que no nos piden dinero para molestarnos a nosotros, sino porque seguramente tengan mil y una necesidades sin cubrir.
Interactuar con ellos o al menos dedicarles una mirada, unas palabras y una sonrisa no cuesta tanto y a mí me parece que es lo mínimo que se puede hacer. No solo en esta situación, sino en cualquier caso en el que alguien se dirija a nosotros.
Lo que yo intento hacer siempre que puedo:
Los niños pidiendo limosna que nos encontramos en cualquier parte no dejan de ser niños. Por eso, yo me he decantado por intentar llevar en mi mochila chucherías, algún caramelo o, si es posible, algún juguetillo pequeño y sencillo, como unas marionetas de dedos o algo así.
Así, si un niño me pide dinero no se irá con las manos vacías. De hecho, se suelen quedar más contentos que unas castañuelas al recibir algo, aunque no sea dinero. Como decía, al fin y al cabo no son más que niños.
Este truquillo no sólo lo pongo en práctica con los niños que me piden dinero, sino también cuando en mi viaje me cruzo con algún crío con el que hago buenas migas, pues en muchos países los chiquillos muestran mucha curiosidad por los turistas, y no es raro terminar hablando o jugando con ellos un rato.
Si quieres hacer lo mismo, te recomiendo además que, en la medida de lo posible, compres esas cosillas en el propio destino, especialmente si se trata de una población pobre y con pocos recursos. Así, estarás contribuyendo al comercio local, lo que también repercutirá positivamente y de forma indirecta en los niños de esa comunidad.
Obviamente, no tenemos porqué llevar la mochila cargada con detalles todo el tiempo o simplemente a veces puede que nos olvidemos y no tengamos nada para dar. También puede pasar que tengamos un presupuesto tan ajustado que no podamos andar comprando cosas extra. En cualquier caso, no debemos dejar que la pena nos haga que terminemos dándole dinero, por poco que sea, a los críos que nos lo pidan.
Por último, decir que no siempre es un buen momento para dar esos detalles a los críos. Por ejemplo, si estamos ante un grupo numeroso de niños y no tenemos cosas o chucherías para todos, lo mejor es no darle a ninguno.
En fin, esta esta es la forma en la que yo intento darles una pequeñísima alegría a los niños que piden limosna, sin contribuir a lo que puede ser explotación infantil o el abandono escolar voluntario por dinero fácil.
Y tú, ¿qué opinas? ¿qué haces en tus viajes cuando te topas con estas situaciones?