genética

El camino: de la genética a los viajes

En genética podemos decir que existen factores intrínsecos y extrínsecos que se combinan y modulan para dar lugar a lo que somos. Hablo por un lado de la herencia puramente genética, que marca unos rangos y límites, y por otro del ambiente, que modula, dentro de esos rangos, el desarrollo o la supresión de una cualidad o característica.

Dentro de “ambiente” se incluyen factores culturales como la educación, así como las vivencias y los recursos de los que disponemos.

Algunas características, como por ejemplo el color de los ojos, no se verán jamás influenciadas por factores como las experiencias vividas. Es decir, por mucho que me vaya a vivir a Suecia rodeada de suecos, mis ojos marrones nunca se volverán azules. Tampoco pasaré de mis humildes 158 centímetros a una llamativa altura de 1,80 metros.

Sin embargo, el carácter, la personalidad y la forma de pensar, si bien son características determinadas genéticamente, son altamente influenciables por el ambiente, incluyendo la educación y las vivencias.

Así desde pequeñitos nuestra personalidad se va modulando y, en lugar de permanecer estática de por vida, evoluciona y cambia a lo largo de los años.

En mi caso, podría decir que el gen del viajero siempre ha estado presente en mi genoma. La capacidad de sorprenderme, la curiosidad por descubrir, el interés por otras formas de vida y la empatía para con los demás, sean del país que sean, son a mi entender pistas claras de su presencia.

Con el paso de los años, ese gen fue expresándose de forma más intensa, empujándome a pasar de la ensoñación a la práctica en numerosas ocasiones. Pero no fue hasta mi viaje a Madagascar, cuando alcanzó su máximo apogeo, pasando de estar semi-enmascarado a permanentemente activo.

Ese viaje marcó un antes y un después en mi forma de ver la vida por muchos motivos. Desde el voluntariado hasta la realidad del país, pasando por la forma de viajar, aprendí innumerables lecciones.

Clases magistrales que no están en los libros ni en las aulas de las universidades. Conceptos que solo calan cuando se mastican en primera persona. Vivencias que me han hecho y me hacen reflexionar a diario.

Probablemente, al igual que ocurre con el deseo sexual, la fuerza del gen del viajero se apaciguará con los años. ¿O tal vez no?

De lo que si estoy bastante segura es que el cansancio, la salud o las nuevas vivencias lo modularán en el futuro, haciendo que se exprese de forma más o menos intensa, o simplemente de una forma diferente.

Por ello, ahora que sigue en su apogeo, quiero sacarle el jugo. No esperaré al momento perfecto, porque ahora sé que éste solo existe si uno mismo lo crea. Yo ya he creado el mío. ¿Y tú?

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