Tras una ducha que nos revivió después de un par de días sin disfrutar de agua caliente, y con la felicidad de poder poner una lavadora para sanear nuestra mochila, nos dispusimos a preparar la cena.
Por suerte ese día no llovía, así que podíamos cocinar tranquilamente y disfrutar de nuestra sobremesa al aire libre, fuera de la campervan.
Con nuestras recién estrenadas sillas de domingueros nos sentamos a relajarnos y hablar tras la cena en nuestro alojamiento de esa noche, una gasolinera BP cercana a la ciudad de Townsville.
No sé por qué, hubo un momento en el que Rafa se sentó en el bordillo que separaba la zona de aparcamiento y un parterre. De repente, pegó un respingo y pasó corriendo un animal de tamaño mediano que no pude identificar y que se subió rapidísimo a un árbol que había en ese mismo parterre.
-¿Qué coño era eso? ¡Venía en plan kamikaze directo hacia mí!
Cogimos los frontales y ni cortos ni perezosos lo buscamos en el árbol. Allí estaba, un animal que no teníamos muy claro lo que era y que nos miraba fijamente.


Gracias a que teníamos conexión WiFi gratuita cortesía de un comercio cercano, pudimos buscar qué carajo era ese animal kamikaze. Claramente era un marsupial, así que empezamos buscando a partir de esa premisa.
No tardamos mucho en dar con él, era un possum, un tipo de marsupial arborícola endémico de Australia, Nueva Guinea y Sulawesi.
Parecía como si llevara el marsupio, la bolsa de los marsupiales, ocupada, así que asumimos que era una hembra y la bautizamos como possumcita.

Cuanto más lo mirábamos más bonita nos parecía. Allí estaba, acompañándonos en nuestra velada, con prudencia, pero sin rehuir de nosotros.
El encuentro con possumcita fue nuestro primer contacto animal en Australia, y puso de manifiesto lo fácil que es disfrutar de la fauna salvaje en este país.
Nos fuimos a dormir y el possum seguía en el árbol, pero a la mañana siguiente ya había desaparecido. Seguiría su camino, al igual que nosotros, pero siempre será nuestro primer possum.

