Inconscientemente, tendemos a hacer juicios mediante comparación. Así, muchas veces cuando visitamos algún país, lo evaluamos directamente con aquello que conocemos y practicamos o creemos; con nuestras propias costumbres y forma de entender la vida.
Es normal e inevitable realizar comparaciones, pero, para entender realmente la idiosincrasia de un país y de sus gentes, es necesario ahondar en las características de cada factor comparado. Para hacerme entender, lo explico con una historia real.
Los perros en Madagascar
En Madagascar, como en muchos otros lugares del mundo hay perros callejeros. También hay quienes tienen perros domésticos, aunque generalmente más como defensa o como animal de trabajo que como mascota.

Cuando uno pasa tiempo en el país y se para a observar, no es raro ser testigo del desprecio o malas maneras que muestran con los perros muchos malgaches. En especial, cuando se trata de animales callejeros y sobre todo en las zonas con menos recursos.
Esas malas formas algunas veces son sólo espantones para ahuyentarlos; otras, amagos de golpes; a veces, patadas directamente.
La escena duele, y si se acompaña de un alarido por parte del perro, desgarra.
Nosotros, amantes de los animales domésticos. Nosotros, que gastamos sumas considerables en veterinarios y comodidades varias para nuestras mascotas. Para nosotros, que un perro es un amigo fiel. ¿Cómo podemos observar semejante trato para con estos animales y tolerarlo?

Lo que ocurre es que no se trata de tolerar, se trata de entender; y, para ello, no es posible hacer una comparación paralela con nuestra forma de ver las cosas; con nuestra forma de tratar a los perros.
Madagascar es un país que aún carga con el peso de la pobreza severa. La desnutrición y la falta de recursos está presente en la mayor parte del país y eso moldea la idiosincrasia de sus gentes.
No es que los malgaches maltraten a los perros. Es que los perros son una amenaza para muchos malgaches.
Tener un perro callejero merodeando la cocina al aire libre de tu choza es una amenaza. Es un riesgo para tu comida del día, porque el perro tiene hambre, probablemente tanta hambre como los miembros de la familia.
Por otro lado, los perros son transmisores y portadores de enfermedades graves y potencialmente mortales para el humano, como por ejemplo la rabia o la leishmaniosis.
Nuestros perros también pueden transmitirnos enfermedades en casa, pero, además de ser menos graves, afortunadamente nosotros tenemos un arsenal de recursos médicos a nuestra disposición en caso de contagio; algo que, en Madagascar, por ejemplo, no ocurre.
Con todo esto quiero decir que, con el estómago lleno y la salud “asegurada”, solo podemos ver una patada a un perro, sin pensar que, en realidad, es una competición cruel pero legítima en algunos lugares del mundo.
Con esto no defiendo ni justifico el maltrato animal, algo que condeno rotundamente. Simplemente intento hacer una reflexión acerca de que no siempre es lo que parece; que a veces hay un trasfondo más complejo. Es la lucha por la supervivencia y por el bienestar de una persona y aquellos a los que quiere. Ojalá algún día deje de ser así...
