Aunque es uno de los calificativos que utilizo para definir mi forma de viajar o mis preferencias como viajera, lo cierto es que hasta la fecha no había dedicado un post a hablar únicamente del slow travel.
Por ello, puede que te preguntes ¿qué es realmente eso del slow travel que tanto nombra esta chica?
¿De dónde surge el slow travel y qué implica esta forma de viajar?
La inmensa mayoría de las personas no tienen la fortuna de disponer de todo el tiempo que quieran para viajar. Es más, muchas de ellas ven su tiempo limitado a periodos de 15 días de vacaciones; algunos con más suerte disponen de un mes "del tirón", pero también hay quien solo cuenta una semana para salir de su rutina diaria y viajar.
En la mayoría de los casos el motivo por el que uno no dispone de todo el tiempo que quiera es sencillo: las responsabilidades laborales.
Así, después de todo un año trabajando sin parar, es normal que, sea cual sea el periodo de tiempo del que se disponga, el viajero quiera aprovechar al máximo.
Lo que ocurre es que, en ese afán de querer aprovechar todo lo que se pueda, es fácil olvidar que muchas veces “menos es más”.
Así, a menudo nos encontramos con que el plan de viaje es más parecido a la agenda de un ocupado ejecutivo de Wall Street que a unas vacaciones o una experiencia original y personal.
En nuestro itinerario de turista ajetreado hay que ir del punto "A" al punto "B" sin perder un segundo; al punto "C" hay que llegar antes de las 12 porque hemos contratado una visita guiada; del punto "C" al punto "D" hay que aprovechar para comernos un sándwich en el camino, ¡hoy no hay tiempo de sentarnos a comer relajadamente si queremos verlo todo!
¿Te suena? Es el plan clásico con el que, tras una semana de vacaciones, al volver a casa sentimos que necesitamos otra semana libre solo para descansar; es el estilo de viaje opuesto al slow travel.
Por supuesto, no hay una regla para viajar. Cada uno debe hacerlo como prefiera o como pueda.
Sin embargo, los viajes que siguen el patrón descrito arriba tienen bastantes desventajas respecto a un estilo de viaje slow travel.
Una ya la hemos mencionado, y es que vuelves agotado de tanto correr y de no tomarte un respiro en todas las “vacaciones”; pero esta es quizá la menos importante, pues “sarna con gusto no pica”.
Otra desventaja es que, a veces, de tanto que vemos y escuchamos en poco tiempo (especialmente en el caso de hacer visitas guiadas y a contrarreloj), al final se nos crea tal saturación de historia y cultura que a la vuelta no sabemos bien ni lo que hemos visto. O, aunque lo sepamos, resulta ser algo impersonal, como si simplemente nos hubiésemos estudiado una guía de viajes, ya que no hemos tenido tiempo de disfrutar a nuestra manera de la experiencia.
También es frecuente que, siguiendo un plan viaje de este tipo, nos volvamos con la impresión de que “como en España, no se come en ningún sitio”; y es que, si bien es cierto que en nuestro país tenemos una gastronomía fantástica, la verdad es que es muy difícil vivir una buena experiencia gastronómica en otro país cuando vamos justos de tiempo para todo.
No hay tiempo para buscar restaurantes que nos complazcan, hay que tirar de sándwich o comida rápida para acabar cuanto antes y continuar con nuestro itinerario o, si es un viaje organizado, hay que comer de catering que es lo que está incluido.
Como resultado, no es raro que nos volvamos a casa sin haber probado en condiciones la gastronomía del país que hemos visitado.
Pero, hay otra desventaja mucho más “grave”, y es que este tipo de viaje no nos deja tiempo para mimetizarnos con la esencia de cualquier destino: su gente y sus lugares más allá de lo meramente turístico.

Viajar sin prisas te permite interactuar de formas muy diversas con la gente del país. Aquí, ayudando a unas estudiantes de instituto que necesitaban realizar entrevistas a extranjeros para su clase de inglés en Kanchanaburi, Tailandia. Una experiencia divertida y diferente que nunca olvidaremos y que probablemente no podríamos haber experimentado de no haber viajado "modo slow travel"
Interactuar con la gente local, conocer su cultura de primera mano, aprender cosas nuevas con ellos y que ellos aprendan cosas nuevas con nosotros; descubrir lugares auténticos, más remotos o realizar actividades originales. Todo ello se torna harto complicado cuando no tenemos ni un solo hueco libre entre visita y visita turística clásica.
Y es que, aunque viajemos por libre, con un itinerario saturado hasta los topes de planes, no seremos muy diferentes de esos grupos de turistas que viajan en masa y que parecen ir de un punto turístico a otro solamente para hacerse una foto y decir “Yo estuve ahí”.
Para huir de todas esas desventajas nace el slow travel, que se queda con lo mejor del estilo de viaje anterior, pero espaciando e incluso sacrificando algunas visitas turísticas clásicas para dar paso a planes originales y a la disponibilidad de tiempo libre que nos permita sumergirnos en las profundidades del destino que estamos visitando.
Poniendo en práctica el slow travel
Aunque pueda parecer que la única forma de “viajar slow” sea disponiendo de todo el tiempo que queramos, algo que obviamente no es posible para todo el mundo ni en todos los viajes que realicemos, lo cierto es que se puede practicar slow travel incluso en una escapada de fin de semana.
La clave está en dejar tiempo para la espontaneidad y para las actividades que nos permiten explorar el destino fuera de los caminos trazados para los turistas.

Tener tiempo para disfrutar con calma de aquellos lugares que visitamos...
Si lo llevamos todo programado al milímetro no tendremos tiempo de, por ejemplo, ir a una ceremonia tradicional que un local nos ha contado que tendrá lugar mañana en el sitio X; o de visitar un proyecto comunitario que ni si quiera sabíamos que existía pero que resulta ser realmente interesante; o, simplemente, de aprovechar las diferentes oportunidades que se nos ofrecen a lo largo del día para charlar con la gente local.
Por tanto, podríamos decir que el estandarte del slow travel es el ya mencionado dicho de “menos es más”. Si en nuestra planificación del viaje somos un poco menos avariciosos, al final nos volveremos con muchas más experiencias y habremos disfrutado de un viaje original y personal.