Tal vez hayas escuchado o leído eso de que un viaje se vive tres veces: cuando soñamos con él, cuando lo vivimos y cuando lo recordamos.
Una videocámara Panasonic, un cuaderno Moleskine o un posavasos “cualquiera” son tres elementos que poco tienen que ver y que, paradójicamente, pueden cumplir una misma función: ayudarte a revivir tus viajes eternamente.
Y es que esa videocámara, cuaderno o esas pequeñas cosas cotidianas que se cruzan en nuestro camino en los destinos que visitamos nos sirven para perpetuar, de una forma u otra, los momentos especiales de nuestros viajes.
3 formas de capturar y revivir los momentos especiales de los viajes
Si bien los recuerdos (como memoria) son maravillosos, con el paso de los años muchos de ellos se difuminan o se modifican y cuesta rememorarlos con detalle. Y cuanto más viajamos, más complicado resulta conservar todas esas experiencias en nuestra memoria.
Por ello, a mí me encanta capturar o atrapar los momentos especiales de mis viajes en algo físico, material; algo que me funcione de catalizador para mantener vivos, y de la forma más fiel posible, los recuerdos y las lecciones aprendidas en las diferentes experiencias viajeras que he vivido.
Así que en este post quiero compartir contigo las tres “estrategias” que pongo en práctica para asegurarme de poder revivir mis viajes a través de los recuerdos.
Revivir el viaje en imágenes
No hay nada como las imágenes para inmortalizar de forma fiel y con todo detalle los momentos especiales de un viaje.
Ya sea en vídeo o fotografía, las imágenes nos permiten volver a contemplar ese paisaje, reírnos al ver las fotos de aquel momento divertido o, en el caso de los vídeos, revivirlo tal cuál ocurrió.

Esta foto, con mi amiga y compañera de viaje en Madagascar, me encanta. Nos la sacaron en el momento justo y hoy me permite revivir ese preciso instante tan divertido cada vez que la miro.
Con relación a esto último, y aunque a mí me encanta la fotografía, he de reconocer que inmortalizar las experiencias de viaje en vídeo tiene precisamente esa ventaja: la de plasmar o dejar constancia de todo lo que ocurrió en ese momento especial que queremos recordar eternamente.
El sonido de las risas, las conversaciones subyacentes, los gestos, la progresión de los hechos, el tono de voz, el movimiento, el bullicio de esa ciudad que visitamos o la atmósfera de un rincón especial que exploramos…
Todo ello adquiere un valor incalculable con el paso de los años, pues las imágenes en vídeo nos permiten conservar todos esos pequeñísimos detalles o instantes de una situación que, generalmente, vamos olvidando con el paso del tiempo y que no siempre podemos plasmar en una fotografía.
De verdad que yo hoy en día veo vídeos de viajes de hace 10 años y me resulta imposible no sonreír y sentir que estoy viviendo de nuevo todos esos momentos especiales.
Así que no te digan que eres un pesado/a con la cámara de vídeo o de fotos, porque el día de mañana te alegrarás infinitamente de haberte molestado en inmortalizar tus viajes.
Capturando momentos especiales a través de las historias escritas
Cada forma de capturar los momentos especiales vividos en un viaje nos aporta algo diferente.
Si bien los vídeos y fotografías nos permiten revivirlos de forma fiel, en esas experiencias hay una serie de sentimientos, impresiones o emociones subyacentes que no siempre se pueden plasmar en una imagen.
La mejor manera de conservar esa parte más personal de nuestras vivencias viajeras, algo que la memoria también tiende a olvidar con el paso de los años, es inmortalizándola sobre el papel.

Además de ayudarme a conservar mis recuerdos, para mí el hecho de sentarme a escribir durante el viaje es en sí mismo un momento especial que me ayuda a disfrutar todavía más de la experiencia viajera.
Esa conversación con un local del país que estabas visitando donde te contó cómo es su día a día y te permitió conocer mejor su cultura; ese lugar que te puso los pelos de punta y desató mil emociones y pensamientos en tu cabecita; las lecciones aprendidas, los prejuicios derribados y, en definitiva, lo que sentiste en ese preciso instante en ese momento de tu vida mientras viajabas.
Todo aquello que escribas, al igual que ocurre al ver un vídeo de algún momento especial durante un viaje, actuará de catalizador y de “conservante” de tus recuerdos, permitiéndote volver a revivir los sentimientos y emociones que desencadenaron esas experiencias viajeras muchos años después.
Además, es la única manera de recordar, e incluso entender, como era tu “yo viajero” 10, 15 o 20 años atrás, así como de darte cuenta de cómo has evolucionado con el paso de los años.
Por otro lado, si vuelves a ese mismo destino te sorprenderá darte cuenta, a través de tus propias palabras, de cómo un lugar puede percibirse de diferentes maneras en función de las experiencias vividas y del momento de nuestra vida en el que nos encontremos.
Por todo ello, un cuaderno de viaje siempre es una herramienta fantástica para cualquiera que esté dispuesto a molestarse en dejar constancia de lo vivido por escrito para el disfrute de su “yo del mañana”.
Para mí, mis cuadernos de viajes son uno de los recuerdos más bonitos que tengo.
Cualquier cuaderno en blanco te valdrá como diario de viaje, pero si quieres uno bonito y duradero los Moleskine y los cuadernos de Paperblanks, por ejemplo, molan mucho.
Esas pequeñas cosas materiales que nos ayudan a mantener vivos nuestros recuerdos de viaje
A diferencia de nuestra videocámara o nuestro cuaderno, que podemos comprar y prever llevarlo a nuestro viaje con antelación, hay "pequeñas cosas" que nos ayudan a rememorar los momentos especiales que aparecen espontáneamente.
No hablo de souvenirs estándar comprados en cualquier tienda turística, sino de objetos cotidianos que, sin premeditación, estaban presente en algún momento especial y por ello adquieren un significado especial.
Cosas simples que el día de mañana serán capaces de desencadenar nuestros recuerdos sobre esos momentos; sin valor aparente pero que, con el paso de los años, pueden adquirir un gran valor sentimental para nosotros.
Hablo de un simple posavasos de cartón que te pusieron en un bar donde tuvo lugar una gran conversación que quieres recordar toda la vida, donde conociste a alguien que marcó tu viaje o que se convirtió en tu lugar favorito por lo bien que te sentías allí.
De esa nota escrita a mano que alguna persona que quieres retener en tu memoria te dio en algún momento del viaje, de la entrada a un lugar que te apetecía mucho conocer y que representa la alegría y la ilusión que experimentaste en el momento de comprarla o de ese billete de bus que tiene una gran historia tras de sí.
Llámalo síndrome de Diógenes, jeje, pero yo conservo multitud de esos pequeños objetos, desde posavasos hasta envoltorios, que otros verán como inútiles o como trastos pero que a mí me ayudan a recordar y revivir momentos especiales y maravillosos de mis viajes.

¿Capturas en vídeo tus aventuras? ¿viajas siempre con tu diario de viajes?
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