Como casi todo el mundo, imagino, había oído eso del turismo sexual desde hacía bastante tiempo. Esa clase de turismo en el que algunos personajes se dedican a recorrer el mundo o a visitar un determinado país en repetidas ocasiones, en busca de sexo fácil y en bandeja.
No se trata de viajeros ligones, sino de personas que visitan destinos desfavorecidos desde el punto de vista económico y se aprovechan de la situación precaria de personas locales, generalmente, pero no exclusivamente, mujeres.
Nunca pensé que me toparía con esa realidad de una forma tan fortuita y evidente. No me muevo por esos ambientes oscuros ni con personas de esa calaña, así que no contaba con ello.
Fue, la primera vez, en Madagascar; concretamente en la isla de Nosy Be. El primer toque de atención vino con unas pegatinas que muestran muchos alojamientos y bares, a través de las cuales el establecimiento en cuestión manifiesta su rechazo y prohibición del turismo sexual en esa propiedad.
Sobre Tailandia lo había escuchado, pero, sinceramente, no tenía ni idea de que esta práctica estuviese extendida en algunos puntos turísticos de Madagascar; tanto como para ver esas pegatinas en numerosos locales de Nosy Be.
A pesar de que no pasé mucho tiempo en la isla Nosy Be, me sobraron horas para ser testigo de este tipo de turismo. Hombres en plena cincuentena o más, con chicas jóvenes y guapísimas que, en la mayoría de los casos, no podían evitar que se reflejara en su cara que no habían elegido ese acompañante por gusto.
Y, aunque el patrón se repite, no es por la diferencia de edad por lo que uno se da cuenta de cuándo es flirteo natural o cuándo existe una especie de pacto entre ambas partes; de cuándo se trata de turismo sexual.
Estos hombres extranjeros de pelo canoso o ausente y, a menudo, poco favorecidos físicamente o desmejorados por el paso natural de los años, suelen tener un comportamiento que, hablando en plata, da bastante asco. Toqueteos insistentes, pavoneo constante, estilo playero y, muchas veces, todo ello regado con litros de alcohol.
Después de observarlos en Nosy Be, en Tailandia pude comprobar que la inmensa mayoría de estos hombres están cortados por el mismo patrón.
Pero, ¿esas chicas son prostitutas? Es una pregunta que me hacía y que creo que mucha gente da por afirmativa.
La realidad es que, si nos ceñimos a la definición de la RAE, no; o al menos no en todos los casos. De hecho, y esto es una reflexión personal, creo que el hecho de que no funcione de la misma manera que funciona la prostitución en nuestro país, puede ser uno de los alicientes para los que hacen turismo sexual.
Me explico. Esas chicas a las que buscan y encuentran los turistas sexuales, no siempre tienen sexo con ellos o no siempre lo hacen a cambio de dinero. A veces el intercambio es más del tipo agasajos, compañía, flirteos y libertad para sobar por regalos, fiestas, bebidas y comidas pagadas. Supongo que en muchos casos también habrá dinero en metálico por medio, pero estoy convencida de que no siempre es así.
Por esto creo que también es tan obvio en algunos países, porque el encuentro no tiene lugar únicamente en una habitación de hotel para "echar un kiki", sino en un restaurante, un bar o una playa. Así parece, al menos de puertas afuera, más un acompañamiento y un trofeo para esos hombres.
Y, por eso, creo que hay tantos hombres que se van de turismo sexual. Al no pagar directamente por sexo, o al menos no de la misma manera que lo harían en nuestro país, creo que les es más fácil montarse la película en su cabeza, como si todo hubiese ocurrido de forma natural, como si esa chica tuviese un interés real en él.
Mientras que en Madagascar me pareció ver más "hombres solitarios" acompañados de una chica, a veces dos, en algunas zonas de fiesta de Tailandia no es raro ver varios hombres que viajan en grupo, cada uno con su correspondiente acompañante.
En cualquier caso, a mí, como dice el título del post, estos “macho men” me parecen simplemente una lacra, además de ridículos.
Lacra porque creo que quien es capaz de irse a la otra punta del mundo a buscar a alguien con quien estar o tener sexo, a sabiendas de que esa persona lo hace por necesidad, a disgusto y probablemente porque no le queda otra, no tiene corazón.
Ridículos porque en muchos casos parece que realmente se creen que triunfan como la Coca Cola cuando desde fuera la realidad de la situación es obvia.
No voy ni a mentar el turismo sexual que involucra a niños y adolescentes en muchos países, porque entonces solo podría soltar sapos y culebras por la boca y no quiero que este post se convierta en una exhibición de mi vocabulario de insultos y maldiciones.
No sé si este post viene a cuento, la verdad, pero hacía tiempo que quería contarlo; y a pesar de ello me ha costado escribirlo.
A mí me impactó verlo sobre el terreno, tal vez porque no es algo de lo que se hable abiertamente y con frecuencia en los blogs de viajes, las guías o similares. No sé si he sido capaz de transmitir la historia correctamente, pero espero que, al menos, sirva para no ignorarlo y promover su rechazo.
Mucho me temo que, mientras haya pobreza y necesidad en esos países, esta práctica continuará existiendo.