Puede que la curiosidad, un billete de avión a precio asequible o el mero hecho de querer conocer un lugar nuevo sea el motor que te haya empujado a planificar un viaje a Cerdeña.
Eso fue más o menos lo que me sucedió a mí cuando viajé a esta isla de la República Italiana. Encontré un pasaje de avión a buen precio y me dije, ¿porqué no conocer Cerdeña?
Sin embargo, apenas sabía nada de este destino ni tenía un interés previo por él; es decir, no era uno de esos destinos que tenemos en el punto de mira durante meses o años, sobre los que vamos leyendo gran cantidad de información durante todo ese tiempo en el que ansiamos conocerlo y de los que, por lo tanto, conocemos infinidad de cosas antes incluso de poner un pie en ellos.
En el caso de Cerdeña no había leído prácticamente nada de información antes del viaje y, como la oportunidad de conocer la isla surgió un poco de un día para otro, tampoco tuve mucho margen de tiempo para indagar sobre ella ni sobre los lugares que iba a conocer en mi recorrido.
Busqué lo justo y necesario para poder preparar el viaje y, casi sin darme cuenta, un día ya estaba viajando a Cerdeña. No me dio tiempo a más.
Así que no sabía bien qué esperar de esta isla mediterránea, al que por cierto puedes viajar con Voyage Privé, pero lo que me encontré fue un impresionante paraíso costero.
Las aguas turquesas y cristalinas de Cerdeña

Cerdeña no es una isla precisamente pequeña. De hecho, es la tercera región más grande de Italia, con más de 24000 kilómetros cuadrados y la segunda isla de mayor tamaño del Mar Mediterráneo.
Con esa nada desdeñable extensión, esta isla italiana cuenta con kilómetros de litoral “para dar y regalar”, así que es un destino perfecto para los amantes del mar y las ciudades y pueblos costeros.
Pero en Cerdeña no solo hay cantidad, sino también calidad y variedad.
Ya he dicho en otras ocasiones que siento debilidad por las zonas de costa en las que el agua adquiere infinitos tonos de azul. Es algo que no puedo evitar, me atrae muchísimo; y en Cerdeña playa que visitaba, playa que me cautivaba. Y es que las playas de esta isla son realmente espectaculares.
A lo largo de toda la costa norte de Cerdeña, que fue la que pude conocer durante mi viaje, las aguas que bañan el litoral son completamente transparentes y, tanto éstas como la propia playa, están por lo general muy limpias. Pero además del estado óptimo de las playas, a nivel paisajístico es un verdadero festival visual.
Por ejemplo, la Playa de la Pelosa, en Stintino, parece irreal de lo bonita que es. El agua, que alcanza alturas mínimas (puedes andar y andar sin que llegue a cubrir), va pasando gradualmente desde la transparencia hacia un color turquesa de ensueño, que queda culminado con la vista de la Torre della Pelosa, una fortificación que data de 1578 y que se alza en un pequeño montículo de tierra completamente rodeado por un mar extremadamente tranquilo.

Otro paisaje paradisíaco que nos regala Cerdeña es el que podemos contemplar en la Playa del Príncipe, en la Costa Esmeralda. Una vez más, en esta playa los colores del mar sardo quitan el sentido, con un color turquesa tan intenso que parece ficticio.

Por si esa belleza no fuera suficiente, la Playa del Príncipe, se encuentra en un entorno natural envidiable, rodeada de unas pequeñas elevaciones montañosas cubiertas de vegetación, y nos regala una estampa muy diferente a la que podemos contemplar en la Playa de la Pelosa, mencionada anteriormente.
Otro conjunto de paisajes costeros impresionantes, pero algo diferentes a los dos anteriores, lo encontramos en el archipiélago de la Maddalena, donde las tonalidades turquesa se fusionan con el verde esmeralda creando un espectáculo visual natural que no deja indiferente a ningún viajero.

Lo mejor de todo es que estos solo son algunos ejemplos de la gran cantidad de playas paradisíacas y paisajes costeros que podemos encontrar a lo largo del extenso litoral de Cerdeña, un destino que no solo no defrauda sino que sorprende.
Y tú, ¿te animas a conocerla?