Si lees a menudo este blog, tal vez hayas notado que soy más de vivir los viajes realizando actividades al aire libre e integrándome en la cultura del país a través de su gente, sus costumbres, su gastronomía… que visitando todas las exposiciones habidas y por haber.
Dicho de otra forma, no soy la fan number one de los museos, y generalmente prefiero entablar una buena conversación con alguien nativo del destino que estoy visitando, o perderme en algún paraje natural, que visitar una exposición de arte abstracto, por ejemplo.
No obstante, eso no quiere decir que nunca vaya a ningún museo o exposición, pero sí que tal vez soy más exigente o tiquismiquis, tanto a la hora de escoger a cuáles voy y a cuáles no, como a la hora de valorar si me ha gustado o no.
Así, cuando hay un museo que realmente me sorprende y captura toda mi atención, que me cala tan hondo que siempre recordaré el día que lo visité, créeme, es que merece la pena.
Eso fue lo que me ocurrió en el museo del ferrocarril de la muerte (Death Railway Museum, en inglés), un pequeño y discreto museo tailandés ubicado en el oeste del país que me adentró en un capítulo de la Segunda Guerra Mundial bastante desconocido para mí.
El Museo del Ferrocarril de la Muerte, huella de la Segunda Guerra Mundial en Asia
Es probable que, sin darte cuenta, y aunque ni tan siquiera te suene su nombre, en más de una ocasión hayas silbado la Marcha del Coronel Bogey; incluso si nunca has visto la película que la hizo mundialmente conocida.
Marcha del Coronel Bogey
A pesar de ser ya sexagenario, el filme El puente sobre el río Kwai de alguna manera consiguió que esa melodía militar británica llegara a muchos rincones del mundo y se fuera contagiando de una generación a otra.
No consiguió, sin embargo, que el capítulo de la historia en la estaba inspirada fuese también transmitido de generación en generación. Así, hoy en día esa rítmica y pegadiza marcha militar sigue siendo muy conocida, mientras que muchos ignoran los no pocos crímenes cometidos por Japón en diferentes países de Asia durante la Segunda Guerra Mundial.
Escena mítica de la película El puente sobre el río Kwai
El museo del ferrocarril de la muerte nos adentra en un episodio de esa barbarie, el que narra la película El puente sobre río Kwai (que lo hace con un enfoque 100% estadounidense, eso sí), acaecido en Kanchanaburi, donde se encuentra dicho museo.
Tal y como indica el nombre del museo, los hechos giran en torno a la construcción de una línea de ferrocarril, con la que los japoneses querían conectar Tailandia y Myanmar (más conocido en occidente como Birmania) para crear una vía de abastecimiento de sus tropas durante la Segunda Guerra Mundial.
La conexión de ambos países, desde Bangkok, en Tailandia, hasta Yangón, en Myanmar, no era una tarea fácil, ya que era necesario atravesar una densa selva montañosa, que, a su vez, estaba surcada por numerosos ríos; de ahí que no hubiese una ruta ferroviaria preexistente entre ambos puntos.
Pero, tras la invasión de Myanmar por parte de los japoneses, éstos no iban a amedrentarse ante las dificultades del proyecto, pues su prioridad era garantizar el abastecimiento de sus tropas invasoras a través de una vía segura y la opción más conveniente para ellos era el desarrollo del llamado ferrocarril de Birmania.

El puente sobre el río Kwai
De hecho, consiguieron concluir el proyecto en tiempo récord, comenzando la construcción en junio de 1942 y terminándola en poco más de un año, a finales de 1943. Eso sí, para cumplir con tal hazaña recurrieron a una barbarie que haría que el ferrocarril de Birmania pasara a la historia como el ferrocarril de la muerte.
Ese triste nombre se debe a que para la construcción de este ferrocarril el ejército nipón empleó mano de obra forzada, en la que se incluían prisioneros de guerra británicos, australianos, holandeses, canadienses, estadounidenses y neozelandeses; así como trabajadores asiáticos de países ocupados por Japón durante la guerra, como Indonesia, y otros países de la zona, incluyendo Tailandia, Myanmar, Malasia y las Indias Orientales Neerlandesas, entre otros.
Muchos de los trabajadores asiáticos, que eran meros civiles y a los que los japoneses llamaban rōmusha, fueron transportados a los campos de trabajo contra su voluntad o coaccionados de alguna manera, pero muchos otros fueron engañados. Los japoneses les prometían trabajo bien pagado y en buenas condiciones para reclutarlos, pero la realidad una vez en los campos de trabajo nada tenía que ver.
Las condiciones de vida, tanto en los campos de trabajos como durante las tareas de construcción del ferrocarril, eran durísimas. Como consecuencia se estima que murieron aproximadamente 106000 personas, de los 250-300000 trabajadores que fueron forzados a participar en la construcción del ferrocarril de la muerte.
La peor parte se la llevaron los rōmusha, que permanecían separados de los prisioneros de guerra y vivían en unas condiciones mucho peores que esos. Probablemente por ello, los civiles asiáticos constituyen la mayor parte del total de fallecimientos ocasionados por la construcción del ferrocarril de la muerte.
Las pésimas condiciones sanitarias, el hambre, las enfermedades, el maltrato por parte del ejército japonés y las extenuantes tareas que llevaban a cabo los prisioneros, empeoradas por la dificultad del terreno y las condiciones climáticas, hicieron que éstos vivieran un calvario que inevitablemente recuerda al holocausto nazi. De hecho, la construcción del ferrocarril de Birmania ha sido catalogada como crimen de guerra cometido por Japón.
El museo del ferrocarril de la muerte recoge el testimonio histórico de estos hechos a través de imágenes, textos y multitud de enseres y documentos pertenecientes a los prisioneros que participaron en los trabajos forzados.

Entrada principal del museo del ferrocarril de la muerte
De forma cronológica el visitante avanza desde la planificación del proyecto hasta el desmantelamiento de los campos de trabajo forzado, algo que no ocurrió hasta dos años después de concluir la construcción del ferrocarril de la muerte.
Así, en el museo se pueden conocer datos muy concretos sobre la complejidad del proyecto ferroviario "llevado a cabo" por las fuerzas militares de Japón, la dureza de los trabajos realizados por los prisioneros y las condiciones infrahumanas en las que tuvieron que vivir.
Cartas, documentos identificativos, objetos personales, artilugios elaborados por los prisioneros en los campos… son muchos los detalles que permiten no solo conocer los hechos históricos sino, también, ponernos en la piel de las personas que padecieron tan terribles torturas.
Además de la labor museística, el Death Railway Museum lleva a cabo tareas de investigación y de trabajo con las familias de los prisioneros, ya que, por ejemplo, en multitud de casos se desconoce o no se sabe con precisión la suerte que corrieron muchos de ellos o dónde se encuentran sus restos, pues como lamentablemente suele ocurrir en este tipo de barbaries, muchos de los fallecidos fueron enterrados en fosas comunes sin que quedase registro alguno.
Para mí el museo del ferrocarril de la muerte fue todo un descubrimiento. Me resultó sobrecogedor, pero me encantó haberlo visitado y conocer esa terrible historia de la que realmente no era consciente.
Por todo ello, si visitas Kanchanaburi te recomiendo que dediques un par de horitas a visitarlo con calma. Realmente merece la pena.

Kanchanaburi, Tailandia
Información útil sobre el Museo del Ferrocarril de la Muerte
- Horario: El museo abre todos los días de 9:00 a 17:00
- Precio: la entrada al museo cuesta 140 baht (3,7 € aprox.) (70 baht (1,8 € aprox.) para niños de entre 7 y 12 años)
- Localización: el museo se encuentra en la ciudad de Kanchanaburi, junto al cementerio-memorial de guerra. Se puede llegar en autobús a Kanchanaburi desde Bangkok en un trayecto que dura entre 2 y 3 horas. También es posible llegar en tren.
- Otros detalles: Todos los paneles informativos y soportes audiovisuales del museo están en inglés
- Web oficial del museo: The Thailand-Burma Railway Centre (disponible solo en inglés)
Como siempre la barbarie humana a cualquier precio y por cualquier cosa no tiene fin 😢
Ya ves, da escalofríos recapacitar sobre el daño que se ha llegado a hacer el ser humano a sí mismo :S