“Me voy a desconectar, no quiero que me molesten ni que me localicen, así que voy a viajar sin móvil”.
Es cierto que cada vez estamos más “enganchados” o somos más dependientes de nuestro teléfono móvil, y suena muy romántico y atractivo eso de querer pasar una temporadita desconectados cuando nos vamos a recorrer mundo.
Sin embargo, yo no soy partidaria de viajar sin móvil, porque, más que un enemigo de la desconexión, lo veo como una herramienta indispensable en multitud de circunstancias que tienen o pueden tener lugar durante un viaje.
Tener un teléfono móvil a nuestra disposición nos puede facilitar muchas cosas e incluso, en algunas ocasiones, sacarnos de un buen apuro; mientras que viajar sin móvil puede complicar situaciones que, de haber tenido el teléfono a mano, tal vez hubieran quedado en una mera anécdota.
No encuentro mejor forma de ilustrar mi posición a favor de viajar con móvil que con la siguiente historia.
Sin rastro de mi compañera de viaje por viajar sin móvil
En Madagascar mi compañera de viaje era, hasta ese momento, una desconocida. Yo de España y ella de Nueva Zelanda, nunca nos habíamos visto, pero habíamos organizado el viaje juntas a través de las redes sociales.
Puesto que “vivíamos en las antípodas” (el punto de la superficie terrestre diametralmente opuesto a España es Nueva Zelanda, y viceversa), cada una tomó una ruta diferente para llegar hasta Madagascar.
Concretamente habíamos acordado encontrarnos en el Aeropuerto de Antananarivo, donde, ya juntas, cogeríamos un avión hasta Nosy Be.

Ella, que llegaba una semana antes a Madagascar, me había dicho que iba a viajar sin móvil, ya que le gustaba desconectar en sus viajes y no quería estar disponible todo el tiempo para que familiares y amigos no la bombardearan a llamadas y mensajes.
Yo llegaba a Antananarivo a eso de las 5 de la mañana, y haría tiempo hasta encontrarnos allí y coger el avión, que salía a media mañana. Como el aeropuerto de la capital malgache es minúsculo, no había pérdida.
Sin embargo, tras aterrizar pasaban las horas y mi compi de viaje no aparecía por ningún lado… pasé el control de seguridad, y seguía sin haber rastro de ella. Llevaba una semana en el país, así que no había posibilidad de que hubiese perdido un vuelo o cosas así. De hecho, se suponía que llevaba al menos un día en Antananarivo.
Me empecé a preocupar y a preguntarme si le habría pasado algo…
El reloj siguió corriendo y finalmente me tocó montarme en el avión sin saber nada de ella; ¿se habría quedado dormida? ¿se habría puesto enferma? ¿habría tenido algún percance grave?...
No tenía ni idea y lo peor es que tampoco podía tratar de contactar con ella porque había decidido viajar sin móvil y yo no tenía conexión a internet para comprobar mi correo o escribirle un mail.
Llegué a Nosy Be, donde nos esperaba un coordinador del voluntariado que íbamos a realizar, que se quedó de sorprendido de que apareciera sola, pues tampoco sabía nada de mi compañera de viaje.
Tardamos medio día más en poder saber de ella, pues hasta que no conseguimos conexión a internet no pudimos ver el email que nos había enviado contándonos que, por algún motivo, la compañía aérea le había cambiado el vuelo. Y fue por ello que no se presentó en el aeropuerto.
Afortunadamente estaba bien y todo quedó en una anécdota, pues llegó a Nosy Be esa misma noche, pero para mí fue la demostración de por qué no es buena idea viajar sin móvil.
Podía haber tenido un problema serio o haberse encontrado en un lugar sin conexión a internet y no hubiese podido hacérnoslo saber a los demás. Por otro lado, nunca olvidaré la impotencia de subirme sola a aquel avión sin ni siquiera saber dónde estaba o cómo se encontraba. Con lo fácil que hubiese sido si no se hubiera dejado el móvil en casa...
Moraleja: viajar sin móvil no mola
Así de claro. En mi opinión viajar sin móvil no mola nada. Creo que es un dispositivo con el que merece la pena cargar durante nuestros viajes, tanto por si alguien necesita localizarnos como por si nosotros mismos tenemos contactar con otros.
Si queremos desconectar, con ignorarlo la mayor parte del tiempo es suficiente; y es que el hecho de llevarnos el móvil a los viajes no significa que tengamos que estar pegados constantemente a él (lo mismo que en “casa” vamos).
Incluso, si somos más radicales en eso de que no querer estar localizable, podemos optar por llevarlo apagado todo el tiempo y solo encenderlo cuando nos haga falta o tengamos que contactar con alguien.
Además de para situaciones de emergencia o para comunicar cambios de última hora como los de la historia que he contado aquí, el móvil puede resultarnos práctico para cosas como la búsqueda de alojamiento una vez estamos en el destino, para llamar a nuestro seguro médico si nos ponemos enfermos o simplemente para llamar a un taxi si lo necesitamos en algún momento.
Y tú, ¿sueles viajar sin móvil? ¿o crees que es un aparato que conviene llevar siempre cerca?
¿te ha sacado de algún apuro llevar el teléfono encima durante tus viajes?
¡Comparte tus experiencias en los comentarios!