De Europa a Asia y al otro lado del charco. Aquí van 10 ciudades del mundo que me han cautivado, enamorado, sorprendido y/o asombrado de tal manera que recomendaría visitarlas al menos una vez en la vida a cualquier viajero o viajera.
Algunas son grandes capitales del mundo, otras más pequeñas pero con abundantes encantos; pero todas ellas tienen un “je en sais quoi” que las hace especiales, diferentes. Son ciudades que dejan huella y a las que siempre apetece volver, por una razón u otra.
10 Ciudades del mundo que visitar al menos una vez en la vida
Entre esta selección encontrarás ciudades que van desde los 232000 hasta los casi 9 millones de habitantes, repartidas a lo largo y ancho del mundo.
¿Quieres saber cuáles son? ¿Comprobar si ya las has visitado y opinas lo mismo? ¿O ver si alguna de ellas ya estaba en tu lista de sitios que te gustaría conocer? ¡Vamos a ello!
1. Londres, una de mis ciudades favoritas
Reino Unido
La primera vez que fui a Londres, me sorprendió. La segunda, también. La tercera, incluso más... y así hasta que perdí la cuenta de las veces que he estado en la capital inglesa y de las sorpresas que me ha dado en cada ocasión.

Esta ciudad tiene tal cantidad de atractivos que parece inabarcable.
Aún repitiendo visita, siempre aparece algo diferente que antes no estaba, cosas que se esfuman y cosas que se transforman; y todo ello en un escenario que, paradójicamente, parece inalterable.
Los grandes edificios históricos perfectamente conservados y cuidados, la perenne atmósfera londinense e incluso los atemporales mercados de la ciudad, parecen no cambiar nunca, sin importar que pasen los años; y así termina por crearse un extraño escenario permanente donde suceden cambios y transformaciones constantemente.
Son los numerosos comercios, bares, restaurantes, exposiciones de arte, esculturas, espectáculos, conciertos, eventos solidarios o deportivos, algunas de las cosas que incesantemente cambian en Londres y que lo convierten en un destino muy dinámico.
Y creo que es precisamente esa peculiar mezcla de lo que parece eterno y de lo que se percibe efímero lo que hace que Londres me resulte tremendamente irresistible.
2. Bangkok, el caos que primero me espantó y luego me atrapó
Tailandia
La primera vez que pisé Bangkok me abrumó. Caos, ruido, tráfico, ritmo acelerado... pensé que no nos íbamos a entender jamás.
Pero volví y empecé a entenderla. Me marché, y regresé una vez más. Y fue entonces cuando comprendí que la capital de Tailandia hay que “cocinarla a fuego lento”.



Creo que es complicado llegar a Bangkok (sobre todo si no has estado previamente en ninguna otra gran ciudad de Asia), y que directamente te encante.
Sin embargo, si se le dedica tiempo y un poquito de esfuerzo se empiezan a entrever sus muchísimos encantos; algunos de ellos peculiares a más no poder, es innegable, pero al fin y al cabo, encantos que terminan por cautivarte.
La verdad que no sé desgranar al detalle mi aprecio por Bangkok para extraer aquellas cosas concretas o "los porqués" esta es una de las ciudades del mundo que te recomendaría visitar al menos una vez en la vida.
Pero sí creo sinceramente que su encanto es una amalgama de sus aparentes "defectos" e innumerables virtudes, que en conjunto le otorgan su particular atractivo.
3. La Habana, donde el tiempo se paró pero la música continuó
Cuba
Si no eres nuevo en el blog, seguramente ya estás al tanto de mi devoción por Cuba. Tan enamorada estoy de esta isla caribeña, que he terminado dedicándome no solo a este blog sino también a organizar viajes a este fantástico destino.
Pero como es normal, hay cosas y lugares de Cuba que me gustan más que otros, y la ciudad de La Habana es sin lugar a dudas uno de mis enclaves favoritos de esta isla. Y no solo eso, es una de las ciudades del mundo que más me gusta.
En La Habana sucede un poco lo que aprecio en Londres. Alberga una extraña mezcla de inmunidad frente al paso del tiempo y transformación permanente. ¿Cómo es eso posible?



No obstante, existe una importantísima diferencia entre ambas ciudades. Mientras que de la urbe londinense destacaba sus impolutos edificios históricos, de La Habana he de resaltar justamente lo contrario.
Preciosos y enormes edificios históricos que se caen a pedazos pero que, a pesar de ello, cautivan enormemente a quien los mira. Es la belleza decadente; la capacidad de albergar hermosura donde aparentemente solo hay ruinas, que en realidad no llegan a ser tal cosa.
Pocas ciudades en el mundo hay así, y esa es tal vez una de sus mayores virtudes: La Habana es única e inimitable.
Pero por si eso fuera poco, a pesar de su inalterable estancamiento en el pasado, que de alguna manera refleja la convulsa y variopinta historia del país en las calles de esta ciudad, en La Habana suena la música incesantemente, se escuchan risas y se regalan sonrisas; se palpa alegría y también un caos parsimonioso.
Es toda ella un tira y afloja de contradicciones que, si llegas a comprenderlas, terminan por dejarte enganchado para siempre.
4. Brisbane, donde me hubiese quedado a vivir sin pensarlo
Australia
En cuanto puse un pie en Australia, me bastó un día para que me invadiera esa sensación de: me podría quedar perfectamente a vivir aquí y sería feliz.
El estilo de vida del país, su naturaleza y sus urbes me encantaron, prácticamente todas ellas. Pero si hubo una que me hizo sentir algo más especial fue la capital del estado de Queensland: Brisbane.



Inmediatamente la atmósfera de la ciudad, su gente y su dinámica hicieron que me quedara prendada.
A pesar de ser una gran ciudad (es la tercera ciudad más poblada de Australia), con enormes rascacielos de más de 200 metros de altura, tiene un aire tranquilo, interesantes espacios culturales, zonas verdes con entretenimientos de lo más diversos y llenos de vidilla...
Además, en Brisbane se respira mirando al cielo, porque sus rascacielos no encierran a la ciudad, sino que dejan grandes espacios abiertos.
Esto es algo clave para mí; una característica que a menudo marca la diferencia entre que me encante o me desencante una gran urbe, porque no me gustan las ciudades tan apretadas a nivel del suelo y a nivel del cielo que te hacen sentir como si estuvieras encerrado en una especie de laberinto.
Así que era inevitable que esa sensación de amplitud de Brisbane, junto con el resto de sus encantos, no me cautivara y la situara entre las ciudades del mundo que te recomendaría visitar al menos una vez en la vida.
5. Granada, tal vez la ciudad española más cautivadora
España
Para mí Granada significa rincones, belleza y ambiente. Esta preciosa ciudad andaluza esconde recovecos con muchísimo encanto en toda su extensión. Te dejas llevar por una callejuela, y en el momento más inesperado te encuentras con un rincón de lo más pintoresco y acogedor.



A veces son pequeñas plazoletas llenas de paz y con una belleza tan sencilla como completa. Otras es una fuente en el espacio más insospechado que consigue embelesarte con el sonido de su agua.
En ocasiones es algún elemento de su patrimonio o legado histórico que, desde un tímido anonimato al que condena el hecho de compartir ciudad con uno de los edificios más importantes y bonitos que tenemos en España, la Alhambra, consigue sorprenderte y captar toda tu atención.
Granada es una ciudad capaz de ponerte los pelos de punta al escuchar una guitarra solitaria cuyas notas retumban en el silencio de alguna de sus calles empedradas; pero también es una ciudad donde hay vida constantemente, diurna y nocturna.
Sus terrazas repletas de buen ambiente y tapas deliciosas, y sus infinitos bares para todos los gustos, hacen que en esta ciudad cualquier persona pueda encontrar su sitio, su espacio ideal.
6. San Diego, cuando nada esperas y todo te lo dan
Estados Unidos
Es difícil viajar sin tener una idea preconcebida sobre los lugares que visitamos. Lo que nos cuentan, lo que leemos e incluso lo que imaginamos, hace que sea normal tener ciertas expectativas de cuánto nos puede llegar a gustar o no nuestro destino de viaje antes de que pongamos un pie en él.
Es frecuente equivocarse, tanto en un sentido como en otro, porque, al final, hasta que no estamos en el lugar no podemos saber verdaderamente cómo nos impacta, cuál es la realidad frente a nuestras expectativas o cuales serán las circunstancias que rodeen nuestra visita.
Lo que quizás no es tan frecuente es no esperar nada y encontrarlo todo. Es una sensación de "triunfo absoluto", de descubrimiento y de sorpresa tan positiva que te dibuja una sonrisa permanente en la cara.
Eso fue lo que me pasó a mí con la ciudad de San Diego.
No sé bien porqué, pero no esperaba nada de ella. No leí o me contaron ningún detalle que me hiciese pensar que me encantaría o me disgustaría. Era una visita totalmente neutra en la que quizás e inconscientemente había asimilado que simplemente iba a conocer otra de muchas grandes ciudades del mundo; una típica urbe estadounidense sin más.
Puede que influyese el hecho de que en ese mismo viaje iba a conocer dos destinos archifamosos y alabados del país, San Francisco y Las Vegas; y que esto relegara a un segundo plano a la ciudad de San Diego, como si fuera algo de relleno; el telonero de un gran concierto.



Pero San Diego me fascinó; me sucedió en esta ciudad americana lo mismo que en Australia; unas horas me bastaron para sentir que me podría quedar a vivir allí sin fecha de regreso.
Al estilo de Brisbane, San Diego es una ciudad tremendamente abierta, donde el cielo siempre está visible a pesar de sus altos edificios.
A orillas del mar, en San Diego parece que la brisa traiga consigo una atmósfera de tranquilidad, buen rollo y calidez. Es una ciudad que despierta sentimiento de bienestar a cada paso y donde sus habitantes regalan sonrisas y gestos bonitos sin esperar nada a cambio.
Todo ello, además de hacerme sentir maravillosamente durante mi estancia, hizo que San Diego me dejara completamente enamorada y probablemente no me baste visitarla una sola vez en la vida, porque siempre que la recuerdo me apetece recorrer sus calles nuevamente.
7. Berlín, donde es casi imposible no sentirse contrariado
Alemania
No es la primera vez que lo digo... Berlín me confunde. Su dinámica, su extraña configuración, su modernidad, ese aire alternativo en muchas zonas de la ciudad y su historia, configuran un batiburrillo que termina por contrariarme.



Pero al mismo tiempo me engancha. Me despierta tantos sentimientos contradictorios que, al final, consigue estar clavada en mi memoria y además, disimuladamente, me ha empujado a volver a ella en varias ocasiones.
Creo sin duda que Berlín es una ciudad que hay que visitar al menos una vez en la vida. Eso sí, se digiere mejor a pedacitos y con calma, porque es otra de esas urbes que parecen inabarcables.
En la capital alemana al igual que en Londres, hay multitud de planes que aparecen y desaparecen incesantemente. Actividades multitudinarias como conciertos, eventos de distinta índole, exposiciones artísticas y culturales... Pero en este caso creo que la capacidad de parecer infinita reside en su historia.
Desde la mayor hasta las más diminutas calles berlinesas pueden esconder un huella histórica. Hay trazas del pasado en casi cualquier esquina de la ciudad. Resulta agotador y excitante a la vez poder descubrir a cada paso una de esas huellas, a veces devastadoras y otras reveladoras.
8. Puerto Princesa, la ciudad que escondía sus bellezas
Filipinas
Si de San Diego no esperaba nada, de Puerto Princesa esperaba menos. Pero en este caso no era por resultarme un destino neutro, por no producirme ninguna expectativa ni por ser “un segundón en un viaje de grandes estrellas”.
De Puerto Princesa, en la isla filipina de Palawan, no esperaba nada porque eso “me habían contado” que encontraría.
Blog que leía, blog que decía que este era un lugar que no merecía la pena y que la única justificación aparente para pasar por este punto del mundo era que se encontraba de camino a El Nido.
Prometían que no había nada que ver o hacer, al menos nada que resultara especialmente interesante, y prácticamente todos desaconsejaban perder tiempo en ella.
Y ahí me di cuenta de lo injustos que podemos llegar a ser cuando la culpa no es del destino sino de nuestra incapacidad para comprenderlo o nuestra falta de tiempo y paciencia para conocerlo.
Con esas ideas preconcebidas, al llegar a Puerto Princesa me pasó como en Bangkok. Pensé que ciertamente era una ciudad “sin chicha ni limoná”, ligeramente caótica e incluso algo estresante. Pero realmente no encajaba, porque poco tiene que ver con las típicas grandes ciudades del mundo llenas de rascacielos, actividad frenética y cielos encerrados por ladrillo.
Marchamos a El Nido, pero regresamos. Algo me decía que Puerto Princesa también se cocina a fuego lento y había que darle una oportunidad.
Dedicamos un par de días a conocerla y, a la vez que empecé a entenderla, me percaté de que solo estaba viendo la punta del iceberg. Por ello, alargamos nuestra estancia algunos días más; y luego, otro poco más.



Así, dedicándole tiempo pacientemente, fue como descubrí que en realidad Puerto Princesa es maravillosa, solo que no es consciente o no hace alarde de sus encantos.
Es como si, acomplejada, escondiese sus bellezas obligando al visitante a tener que rascar la superficie si realmente quiere verlas; como si se hubiese conformado con ser un lugar de paso hacia el Archipiélago de Bacuit en El Nido, cuando en realidad tiene recursos suficientes para ser la protagonista del viaje.
En Puerto Princesa disfruté del mar en playas peculiares, descubrí muchas cosas de la cultura filipina y la herencia española que quedó tras varios siglos de colonización, sentí con gran intensidad la calidez de la gente local, aprendí varias lecciones de vida que hicieron mella en mí y viví una de las experiencias que jamás olvidaré.
9. Oporto y su encantadora atmósfera
portugal
Junto con Granada, Oporto es una de las urbes más pequeñas de esta recopilación de ciudades del mundo que no deberías dejar de visitar si tienes la oportunidad.



No obstante,el tamaño no importa para esta ciudad portuguesa, pues concentra una belleza que nada tiene que envidiar a una “súper ciudad”.
Oporto es una ciudad tranquila, con una configuración peculiar que le da un encanto propio y varias características especiales. Por ejemplo, a pesar de ser bastante turística, incluso visitándola en meses de gran demanda vacacional, como agosto, siempre es posible encontrar un remanso de paz, dar un paseo calmado e incluso disfrutar del silencio en su innumerables y laberínticas callejuelas.
Sus escalinatas, casas estrechas, sus numerosos puentes y su privilegiada ubicación a orillas del río Duero la convierten en una ciudad preciosa y altamente fotogénica en la que resulta tremendamente agradable pasear y donde merece la pena perder la noción del tiempo.
10. Las Vegas, una locura que te deja boquiabierto
Estados Unidos
Es cierto que Las Vegas es un artificio del ser humano; un mamotreto en medio del desierto. Un lugar construido para el desfase, la juerga y el exceso. Pero es innegable que sorprende, y mucho.
Por ello, y porque probablemente no encontraremos otro lugar así en ninguna parte, es sin lugar a dudas una de las ciudades del mundo que merece visitar al menos una vez en la vida.
Hay que reconocer que visitar Las Vegas resulta divertido. Con solo pasear por Las Vegas Strip, ya hay entretenimiento más que suficiente. Las promociones locas, con gente disfrazada de cualquier cosa, se esconden tras cada esquina; y los locos a secas, casi que también.



Los diferentes hoteles son auténticas exhibiciones de creatividad, pero también de excesos. Pasearte por los casinos y ver tanto a gente que simplemente está allí para pasárselo bien como personas a las que le va la vida en la siguiente jugada y a los que les puede el ansia de pegar un pelotazo económico, resulta tremendamente curioso.
Y es que, a pesar de su superficialidad y aunque vayas a pasártelo bien, si visitas esta ciudad con los ojos bien abiertos, viajar a Las Vegas también puede resultar inspirador.
Inspirador en el sentido de que incita a reflexionar y cuestionarse muchas cosas y acciones, a menudo relacionadas con esta sociedad de consumo y de como lo quiero y puedo, lo tengo... No importa que sea en medio de un desierto donde solo debería haber un paisaje arenoso y solitario. Así es la locura de Las Vegas.
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